Yucatán en la historia

Periodista de Diario de Yucatán, frente a frente con piratas aéreos

"Estaba en el centro de la noticia y esta parte solo la tenía yo", señala Eduardo Huchim May al recordar que, como reportero de Diario de Yucatán, sirvió como intermediario en el secuestro de un avión
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viernes, 26 de mayo de 2023 · 04:45

Antes de que el fundamentalismo político y religioso usara los aviones como herramienta de terrorismo, los cielos fueron zona de piratas.

A finales de la década de 1960 comenzaron a aumentar los secuestros de naves que, en el caso de las que atravesaban el espacio aéreo mexicano, solían tener a Cuba como destino. Así fue con el Convair de dos motores que hace medio siglo fue desviado de su ruta en Venezuela y dirigido en dos oportunidades a Mérida, la de Yucatán, antes de tomar rumbo definitivo hacia La Habana.

En ese incidente, un reportero de Diario de Yucatán, don Eduardo Huchim May, no solamente fue testigo de los hechos, sino que también desempeñó el papel de mensajero en las negociaciones entre los piratas y las autoridades mexicanas.

Eduardo Huchim jugó papel clave en un secuestro

No sintió miedo de estar frente a secuestradores armados, según admite el periodista a esta casa editorial al hacer un recuento de los sucesos que se desarrollaron en el aeropuerto de Mérida desde la madrugada hasta el inicio de la tarde del sábado 19 de mayo de 1973. Porque el temor fue relegado por la preocupación de que ocurriera una tragedia —los piratas amenazaban con explotar la nave con los pasajeros dentro— y por no poder ir al Diario a escribir la nota del suceso.

Cuando ocurrió el secuestro, Huchim May era jefe de la Redacción, cargo al que había ascendido después de unos años como reportero a la caza de noticias en el aeropuerto. Así que cuando en los primeros minutos de ese 19 de mayo se supo en el Diario que un avión secuestrado haría escala en Mérida, el periodista, que en ese momento trabajaba en el cierre de la edición, fue asignado a cubrir la noticia porque era quien estaba disponible y conocía la fuente.

Imagen de personas que viajaban en el avión secuestrado que en mayo de 1973 aterrizó en Mérida. La foto es de Isidro Ávila Villacís

Al llegar a la terminal se preguntó dónde estaría el mayor movimiento y se respondió encaminándose a la torre de control. Cuando estaba en el último tramo de la escalera de caracol por la que se ascendía hasta el sitio donde se dirigía el tráfico aéreo escuchó decir al gobernador de Yucatán, Carlos Loret de Mola Mediz: “Necesitamos un periodista internacional”.

“Y yo que me asomo por la escalera y digo: ‘Aquí estoy, United Press International’ (UPI)”, indica.

¿Quién era representante de United Press International?

En realidad, reconoce, quien tenía la representación de UPI en la ciudad era don Carlos Menéndez Navarrete, entonces subdirector del Diario (en 1986 se convertiría en director), pero sabía que lo habría autorizado a acreditarse como tal.

Después conocería que el ofrecimiento “cayó bien” porque en Panamá, donde el avión hizo su anterior parada, otro reportero de la UPI había respondido a la exigencia de prensa internacional por los piratas.

A veces se necesita suerte para obtener ciertas notas”, afirma Huchim May.

El periodista Eduardo Huchim May

Los secuestradores, que habían aterrizado a la 1:24 a.m. y no permitían que nadie se acercase a la nave, autorizaron la aproximación del reportero solo después de reabastecerse de combustible y, a través de una aeromoza, de alimentos y medicinas.

Hacen tres ofertas del gobierno a los piratas aéreos 

Me dice el gobernador: ‘Por favor, ve a verlos, están autorizando que se acerque nuestro enviado y les dices tres cosas: que confiaran en que no iba a haber represalias; que permitieran que bajaran los pasajeros, por lo menos mujeres y niños, y que si alguno quería entrevistarse con el gobernador que se pusieran de acuerdo”.

No se habló de la posibilidad de portar un arma o un chaleco antibalas “porque el hecho de llevar algo que no fuera la ropa común habría generado sospechas”, aunque al reflexionar sobre el pasado el periodista confiesa que “no habría estado mal por si las moscas...”.

“Bueno, pues ahí voy”, continúa. “Llego en medio de una gran tensión de todos, estando claros que si algo raro hacía el enviado o en ese momento aprovechaban los policías o soldados para asaltar el avión aquello iba a convertirse en una tragedia y el primero que estaría en la fila sería yo, porque los habría engañado”.

El avión secuestrado que en mayo de 1973 aterrizó en Mérida. La foto es de Isidro Ávila Villacís

Periodista de Diario de Yucatán, frente a frente con piratas

En la puerta de la nave el periodista fue recibido por uno de los secuestradores, un veinteañero, y desde ahí pudo ver a otros dos piratas, todos armados (en total eran cuatro). Le llamó la atención en especial uno de ellos, afrodescendiente y vestido con un traje verde.

Se presentó: “United Press... el nombre del ‘pasaporte’ por delante... Les digo: soy periodista, vine a cubrir esto, pero se dieron las circunstancias y aquí estoy. Y les digo cuáles eran las ofertas”.

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Los piratas le entregaron un manifiesto con sus requerimientos y le aclararon que los menores y las adultas mayores ya habían descendido en Panamá, pero no dejarían ir a los demás —para entonces 37, de los cuales cinco eran integrantes de la tripulación— por ser “nuestro seguro de vida”. Exigieron, asimismo, respuesta del gobierno de Venezuela a su demanda de liberación de 79 presos políticos.

Aunque al principio cuestionaron el interés de un encuentro con el gobernador de Yucatán, terminaron por aceptar hacerlo en la pista, a lo que se opuso Loret de Mola Mediz por temor a ser secuestrado o atacado, dice Huchim May.

“En ese momento la preocupación de todos era que no fuera a morir nadie y no fuera a resultar lesionado nadie. Ésa era la consigna, implícita en algunos casos, explícita en otros, porque el gobernador estuvo en comunicación con el secretario de Gobernación y el de Relaciones Exteriores”.

Proteger la vida de los rehenes era lo primordial

“Fue una decisión tomada en colectivo, con la conciencia, por una parte, de que lo fundamental era proteger la vida de los rehenes y por otra, que no se podía ceder a las demandas de los guerrilleros. Era una situación compleja".

"¿Cómo se protege a los rehenes si se está negando lo que sus secuestradores quieren? Por eso no se les dio a conocer de inmediato la respuesta de Venezuela, tratando un poco de ganar tiempo, aunque luego uno se preguntaba: ¿tiempo para qué si ya dijeron que no?”.

Imagen de personas que viajaban en el avión secuestrado que en mayo de 1973 aterrizó en Mérida. La foto es de Isidro Ávila Villacís

Las negociaciones entre el avión y la torre de control continuaron hasta las 5:55 a.m., cuando despegaron en dirección a Ciudad de México. Ahí insistirían en su demanda, volverían a amenazar con explotar la nave y, al comprender que la embajada de su país no cedería a sus peticiones —“No sacrificamos bienes generales por causas particulares”, había dicho—, finalizarían por anunciar que volarían a Cuba, para lo cual hicieron otra vez escala en Mérida a las 2 p.m.

Treinta y cinco minutos después de aterrizar por segunda ocasión en esta ciudad se marcharon definitivamente. A las 4:25 llegaron a La Habana y ahí liberaron a los pasajeros, que al día siguiente viajaron de vuelta a Venezuela, sanos y salvos.

Periodista de Diario de Yucatán "en el centro de la noticia"

“Dentro de la tensión y la adrenalina no sentí miedo”, reconoce Huchim May al evocar la madrugada de hace cincuenta años.

“Pensaba que estaba en el centro de la noticia y esta parte solo la tenía yo, porque, aunque había otros periodistas, no tenían la historia completa”.

Tensaban no solamente el peligro y la tragedia que podía ocurrir, sino el hecho de que no podía transmitir mi información al Diario

Después del encuentro con los secuestradores, el periodista llamó a don Carlos Menéndez, quien le dijo que solo esperaban por su artículo para cerrar el periódico. Huchim May le explicó el motivo de la tardanza y que había una razón para retrasarse más: el gobernador le pedía que no se fuera de la terminal aérea, en caso de que necesitaran que volviera a hablar con los piratas.

Decidieron que don Carlos Menéndez escribiera la nota con el recuento detallado que Huchim May le hizo por teléfono. Inevitablemente, la edición del 19 de mayo salió a la calle más tarde de lo habitual.

El reportero permaneció unas horas más en el aeropuerto en espera del desenlace y “por si en algún momento tenía yo que intervenir”. Esto al final no fue necesario.

Los pasajeros del avión secuestrado y el síndrome de Estocolmo

Huchim May no estuvo presente cuando el Convair hizo escala por segunda ocasión en la ciudad, pero a la luz de los años considera que el ambiente relajado que para entonces mostraban los pasajeros y sus expresiones de rechazo al presidente venezolano Rafael Caldera por no aceptar negociar a favor de los rehenes son un ejemplo de la reacción psicológica en que la víctima de un hecho violento desarrolla estima por su victimario. Apenas tres meses después del secuestro del avión ocurriría el incidente que bautizaría ese fenómeno como síndrome de Estocolmo.

 

Los piratas suben al avión para dirigirse a Cuba, después de su segunda escala en Mérida. La foto es de Isidro Ávila Villacís

“Finalmente terminó como si estuviera en una fiesta”, dice el periodista. “Aquella madrugada en el aeropuerto de Mérida es una experiencia que no se olvida”.

Es la única ocasión en que Eduardo Huchim ha atestiguado un secuestro, pero en su trayectoria periodística ha vivido otros momentos de mucha tensión, como cuando el Ejército Zapatista de Liberación Nacional se levantó en armas el 1 de enero de 1994 en Chiapas.

Entonces editor del periódico nacional “La Jornada”, se enfrentó a la incertidumbre por la interrupción de la comunicación con los reporteros enviados a cubrir el alzamiento, y a la amenaza de agresiones cuando, él mismo como corresponsal de la revista “Expansión”, habitantes del lugar le arrebataron la libreta en que anotaba datos en el interior de una iglesia. “Fue un incidente menor, pero una amenaza directa”, reconoce.

Secuestros aéreos, un tipo de "propaganda" de rebeldes

Eduardo Huchim recuerda que los secuestros aéreos en la década de 1970 fueron instrumentos de propaganda para rebeldes latinoamericanos, porque un suceso así “le da micrófonos, megáfonos y bocinas a los secuestradores; es una herramienta propagandística muy importante”.

Para Huchim May, el rapto de aeronaves fue quedando atrás como “acción desesperada de quienes no veían poder de avanzar políticamente con medios pacíficos” debido, además del aumento de las medidas de seguridad en las terminales, al “relativo avance democrático de América Latina”.

“Antes pudo ser justificatorio de una acción armada contra el gobierno establecido”, pero “por fortuna ha habido un avance en la democracia, que no es perfecta pero es la mejor manera que tenemos hasta ahora para lograr reivindicaciones sociales, políticas, ideológicas, de una manera que no sea la violencia”.

Otra imagen de personas que viajaban en el avión secuestrado que en mayo de 1973 aterrizó en Mérida. La foto es de Isidro Ávila Villacís

“Claro, junto con esto tenemos el fenómeno de los guerrilleros que se vuelven dictadores, tenemos en este momento a Nicaragua. Son de esas ironías que se dan en la historia del género humano”.

Rebeldes, "paisanos" y la ruta del avión secuestrado

La nave de Aerovías Venezolanas, S.A. (Avensa), que hizo escala en Mérida el 19 de mayo de 1973 fue secuestrada por el grupo guerrillero Punto Cero, encabezado por el prófugo Federico Bottini Marín. Ejecutó la Operación Gaviota para exigir la liberación de 79 compañeros que estaban presos desde junio del año anterior.

Fue capturado cuando cubría un vuelo entre los poblados venezolanos de Valera y Barquisimeto. Antes de llegar por primera vez a Mérida hizo escala en Curacao y Panamá.

Entre los pasajeros iban vecinos de Mérida, pero de Venezuela.